En caso de ser sabotajes, serían manos criminales y no de los trabajadores
Por Sergio Mejía Cano
En la entrega anterior nos referimos a que ahora con los sucesos al Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, ha habido voces que dicen que en caso de comprobarse que sean posibles sabotaje, posiblemente hubiese algunos trabajadores de este sistema involucrados, cosa desde luego que se supone inaudita y tal vez hasta improbable, por el simple hecho de que no podrían atentar contra sí mismos, contra su patrimonio, sus intereses económicos, así hasta de daños físicos a ellos, sus familias, conocidos y gente inocente.
Y a propósito de este sistema de transporte denominado Metro que se creó a mediados de los años 60 del siglo pasado, comentaban antiguos ferroviarios que entre ellos creció la esperanza de que la planta laboral crecería y habría más empleos para la gran familia ferrocarrilera debido a que se decía que por los estatutos sindicales de aquel entonces, estos que todo lo que fuera o significara la circulación de vehículos sobre rieles, serían aplicables al sindicato ferrocarrilero; sin embargo, algo pasó que no sucedió así, por lo que se creó un nuevo sindicato de los trabajadores del Metro se tendrían que afiliar y, en donde, para no desentonar, su actual dirigente sindical, Fernando Espino Arévalo, ya tiene más de 40 años en el cargo como líder de ese sindicato, por lo que el sindicato ferroviario se quedó chiflando en la loma; aunque no es poca cosa lo que administra que es, a los trabajadores ferrocarrileros de todo el país.
A principios de 1998, cuando ya tomaron posesión abiertamente las concesionarias Ferrocarril Mexicano (Ferromex) y Kansas City Southern México, se comenzó a correr el rumor tanto entre la oficialía que quedaron en la administración de esas empresas como de los mismos trabajadores activos que habían quedado al servicio de estas empresas ferroviarias, de que se temían posibles sabotajes por parte de la clase trabajadora que había quedado desempleada precisamente por esta concesión a la Iniciativa Privada de los Ferrocarriles Nacionales de México; abiertamente, porque se documentó posteriormente de que la concesión se había dado ya desde un año antes. Y, el temor se debía a que prácticamente aproximadamente en ese primer momento de la concesión, el 70 por ciento de la planta laboral había quedado en la calle.
Obviamente que todo esto de los posibles sabotajes no pasó de ser nada más un rumor infundado y más, porque si alguien siempre ha tenido la camiseta bien puesta son los trabajadores ferroviarios que jamás atentarían contra los ferrocarriles por más resentimiento que tuviesen por haber quedado en la calle y, si bien se dice que para todo hay gente, entre los mismos trabajadores es poco probable que hubiese algún trabajador que se atreviera a hacer algo en contra de las líneas ferroviarias, precisamente porque quienes serían los perdedores en caso de un posible accidente serían los mismos compañeros en servicio, así como el daño a sus familias; en el entendido de que a las empresas ferroviarios un accidente causado por sabotaje en realidad no le haría ningún daño en lo absoluto debido a que tienen asegurados sus bienes, así que daños a instalaciones, equipo, material rodante, así como locomotoras, máquinas y maquinaria de vía y estructuras, nada significaría para las empresas ferroviarias, pues el único daño sería el tiempo que se necesitara para dar paso en caso de quedar las vías férreas dañadas.
En el Reglamento de Transportes de la Compañía del Ferrocarril Sud-Pacífico de México, que fue el reglamento con que se movieron los trenes en la otrora ruta de la costa occidental: el Ferrocarril del Pacífico reglamento del sistema estándar, hoy ya en desuso- en sus “Reglas Generales”, en la letra «L”, decía claramente: “L.- En caso de peligrar la propiedad de la empresa, será obligación de los empleados unirse para protegerla”. Esta regla general se llegó a aplicar en toda su extensión por los trabajadores ferroviarios en diversas formas de conatos de accidentes o que ya no se pudieron evitar; pero en donde los trabajadores llegaron a prestar su contingente hasta donde fue posible para tratar de evitarlos.
Se entiende que, en caso de que se llegase a comprobar que todos los accidentes ocurridos últimamente a las líneas del Metro en la Ciudad de México son atentados, serían manos criminales las que los hayan ocasionado; manos muy aparte de las de la clase trabajadora. Manos provocadoras de accidentes criminales con aviesos fines, tal vez con malévolos propósitos políticos.
Sea pues. Vale.