Alfredo Padilla
UN AYUNTAMIENTO
QUE SIMULA SU
SONRISA
Desde el pasado 2021, en que entró en funciones la nueva administración municipal de Tepic, esta comenzó a usar como principal eslogan publicitario: «La ciudad que sonríe». Sin embargo, a juicio de no pocas reacciones, escasos han sido los motivos para hacerlo, para unos de plano no los han encontrado, y lo que es más, ni al gobierno mismo le han logrado ver en realidad una sonrisa que demuestre verdadero interés en los ciudadanos más allá de eso: una pose de dibujos animados, regateos, enbustes y un eslogan. Por ejemplo, si bien los multicitados intentos de bacheo de calles, como grandes logros consumados, lograron calmar a ratos el descontento social de los afectados directos, la dura realidad no ha tardado en dejar al descubierto la verdad: poco dura el gusto de una vialidad ‘parchada’, cuando tienen que volver a destruirla -para hacer el trabajo a fondo- o porque no realizaron bien el estudio, o no tomaron en cuenta que esa calle no tiene un drenaje adecuado (siendo el caso de uno de los tramos “reparados” de la Avenida Insurgentes), y en el peor de los casos hasta está colapsado, teniendo que duplicar la inversión, o si acaso ese fuera el objetivo, ahí la llevan.
Sumado a lo anterior, está la deforestación que vive la ciudad, el decrecimiento de áreas verdes, cuya respuesta otorgada genera más suspicacias que beneplácito, puesto que al no entenderse de inicio lo que se efectúa -será acaso por la ausencia de una verdadera política comunicación- el jefe del gabinete Alejandro Galván tuvo que salir a aclarar lo sucedido con una obra de reubicación de árboles para colocarlos en un improvisado pabellón, pero, ¿realmente era necesario arrancarlos de un área de la avenida para colocarlos en otra? ¿Habrá una mayor justificación que el simple hecho de salir a cuadro a decir que todo está bien ante el desacuerdo de muchos que conciben acciones erráticas y sin sentido?
Por otro lado, parece ser que no se entiende que la avenida Insurgentes es una de las arterias más importantes de la Capital, y tenerla prácticamente cerrada al margen de una bien estructurada por inteligente planificación previa para “hacer obra pública” con el menor de los impactos colaterales posibles, es una complicación para cientos de tepiqueños. Asimismo, hay otro grave problema que, al parecer no se ha tratado como es debido, y radica en los constantes robos de tapas de registros y ‘alcantarillas’ (según las quejas de ciudadanos y por lo que se observa en directo a través de las peligrosas alcantarillas destapadas), sin que exista de por medio -nuevamente- una respuesta contundente fincada en estratégicas líneas de comunicación. Todo esto, hace surgir la inevitable pregunta: ¿qué sucede pues con la necesaria sincronía, oficio y comunicación de la gobernanza de una nueva realidad que suma, no resta, integra y logra salir avante con la fuerza mancomunada de todos, porque entiende su tiempo y circunstancia, y aborda los retos con previa estrategia sin interferencias y con la verdad? Reza el adagio popular: “Las cosas caen por su propio peso”.