Por Sergio Mejía Cano
Nomás para hacer la mosca chillar
En el programa “Astillero informa” que conduce el periodista Julio Hernández López, el pasado viernes 14 del presente, entrevista al historiador y académico, Lorenzo Meyer, quien entre muchas otras cosas expone que la oposición podría estar ya desesperada, pues no encuentra otra razón para impulsar como una posible candidata a la Presidencia en el 2024 a un personaje supuestamente surgido de las clases bajas, incluso hasta aparentemente de origen indígena.
Añade además que, en un amasijo de intereses empresariales, mediáticos y partidistas al no contar con un verdadero apoyo popular, con dinero se pueden comprar muchas cosas. Y se entiende que puede haber gente «queda bien”; sin embargo, existe la posibilidad de que la dirigencia de Morena no tenga nada que ver con las pintas o puede que sí. Po lo que da a entender de que algo turbio podría haber no nada más en bardas pintadas, sino también en los espectaculares con lo que podrían poner zancadilla en un montón de áreas en forma soterrada.
En esto hay mucha razón, pues es bueno recordad cómo en las guerrillas en Centro América en donde grupos paramilitares disfrazados de guerrilleros arrasaban aldeas de campesinos para que se les echara la culpa a esos guerrilleros e ir poniendo en contra a los demás campesinos en contra de la guerrilla.
Así que no es nada descabellada la posibilidad de que las pintas de las bardas y espectaculares favoreciendo a las llamadas “corcholatas”, pueda ser un movimiento de la oposición para hacer creer a la opinión pública que los aspirantes a la coordinación para la continuación de la Cuarta Transformación están violando todas las leyes habidas y por haber en cuestión electoral, al fin y al cabo, la mayoría de los medios informativos tanto impresos como televisivos podrían estar ayudando en esta tarea de desprestigio para la actual administración federal.
Y a propósito de desprestigio, bajo el tema de “abrazos y no balazos”, comentando el tema con un conocido ya mayor de edad, me comenta algo que me hizo pensar si lo exponía o no; pero lo que me comentó este adulto mayor no está muy fuera de lugar. Me dice que si sabía un servidor en cuántos y cuáles estados del país habían asesinado periodistas y cuáles de estos habían hecho más ruido, un ruido parecido a como cuando asesinaron en 1984 a Manuel Buendía en el entonces Distrito Federal, en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado.
Recordó los asesinatos ocurridos en Veracruz, en Oaxaca, Baja California, Sonora, Sinaloa, en Nayarit y ahora otra vez en Guerrero en donde también ya van varios atentados contra periodistas.
A lo largo de este sexenio se ha documentado sobre asesinatos de periodistas y comunicadores en varias entidades, pero ¿cuál estado faltaba para hacer la mosca chillar más? Pues precisamente Nayarit. Porque si bien ya han ocurrido también, el ruido no pasó de nivel local y se dijo en su momento que al menos uno de ellos fue por cuestiones de índole personal; sin embargo, el más reciente de Luis Martín Sánchez Íñiguez, sí que hizo ruido tanto a nivel local como nacional y hasta internacional, pues varios gobiernos europeos lanzaron escritos de protesta por este asesinato.
Así que sin romanticismo ni nada por el estilo, me dijo este adulto mayor, teniendo en cuenta de que con dinero todo se puede y que hay gente para todo, dentro del marco del sistema de protección a periodistas y luchadores sociales, son los que más están en la mira para llamar la atención de la opinión pública en cuanto al “fracaso” de la actual administración federal en cuanto a seguridad. Así que tal vez en una mesa se sopesó la posibilidad de atentar contra un periodista en Nayarit, una entidad que casi no ha sonado a nivel nacional por estar en medio de dos gigantes en cuanto a inseguridad se refiere. Así que, al escoger a Nayarit para hacer ruido mediático sobre la inseguridad y riesgo de los periodistas, se pensó en alguien que pudiera llamar la atención mediática, no atentar contra un periodista local cuyo asesinato no pasaría de una posible protesta local y después de unos días se olvide el asunto; no, se tuvo que pensar en un periodista pesado, ¿y quién más sino el corresponsal de La Jornada?
De este modo, sería el mismo diario La Jornada quien se encargara de difundir a nivel nacional el caso, tal y como sucedió. Los autores intelectuales tal vez idearon distraer la intención del motivo, porque quienes conocieron al periodista nayarita, no creen posible que haya andado en malos pasos.
Sea pues. Vale.