Las personas no cambian en su forma de ser, sino que se desenmascaran
Por Sergio Mejía Cano
En la entrega anterior en la que nos referimos a los enterradores del Partido de la Revolución Democrática (PRD), hubo alguien que comentó que posiblemente le ocurra lo mismo o algo similar al Partido de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), si es que el presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se desliga por completo, una vez que concluya su mandato en la Presidencia de la República, de todo lo que signifique política, tal y como él mismo lo ha anunciado constantemente.
Y lo anterior debido a que, en cuanto el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, abandonó definitivamente el PRD, quienes quedaron al frente no supieron o les importó muy poco aprovechar todo el potencial que llegó a tener en sus momentos de gloria el partido del Sol Azteca; tal vez porque lo único que buscaron siempre -los ahora enterradores- fue su beneficio personal que el bienestar popular.
No por nada se dice y afirma que las personas no cambian, sino que simple y sencillamente se desenmascaran. Y claramente se comprueba hoy en día que los llamados o conocidos como “los chuchos”, Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano Grijalva, así como Guadalupe Acosta Naranjo y demás caterva que contribuyeron a la ya casi desaparición del PRD, no estaban en las filas de un partido más identificado con el pensamiento de izquierda por convicción, sino nada más por su propio interés, para sacar en su provecho lo más que se pudiera tanto en cuestión económica como influencia política y todo tipo de prebendas.
Existe la posibilidad, como se dijo en la entrega anterior que, tal vez pudo haber sido una estrategia que Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Rodolfo González Guevara y demás supuestos disidentes abandonaran el PRI para contener a la izquierda mexicana haciéndose pasar como estar afines con ese ideal. Sin embargo, varios de estos expriistas al ver y comprobar cómo gran parte del pueblo, así como izquierdistas de toda la vida en nuestro país tomaban de buena fe el entonces denominado como Frente Democrático Nacional que, posteriormente devengó en el PRD, generando un gran movimiento popular, el ingeniero Cárdenas Solórzano y quizás otros de sus congéneres vieron y comprobaron que la idea de convertirse a la izquierda no era tan descabellada debido al arraigo popular que comenzó a tener, vieron que era mejor estar con el pueblo y no en su contra.
No así el señor Porfirio Muñoz Ledo, quien a la mejor no pudo desprenderse de sus raíces políticas y menos de su partido nodriza, el PRI ni tampoco se atrevió a desobedecer las posibles órdenes que les habían dado para introducirse en el movimiento de izquierda como caballos de Troya, para después desestabilizar desde dentro cualquier tipo de potencialidad de la izquierda que pudiera poner en riesgo la estabilidad sobre alfileres que tenía México en aquel entonces. Pues no por nada a varios de los dirigentes de aquel Consejo General de Huelga (CGH) del movimiento estudiantil de 1968, una vez que se fueron calmando las aguas turbias, muchos de ellos fueron colocados en cargos de la administración pública o como rectores en alguna universidad; no como pago de compensación, desde luego, sino para que ya no movieran el tapete en caso de que les llegaran de nuevo las calenturas de la lucha social.
Pero también varios de los que se vieron involucrados en el movimiento estudiantil de 1968, así como en la matanza del Jueves de Corpus, del 10 de junio de 1971, al ver la fundación del PRD, vieron la oportunidad de engrosar sus filas, algunos por convicción y otros, tal y como pudo haber sido con los mentados chuchos, vieron la oportunidad de recomponer sus vidas, las de ellos, por supuesto.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, como viejo animal político vio y comprobó cómo se estaba fragmentando el partido político que coadyubó a conformar, cómo se empezaron a distribuir en las mentadas tribus en las que cada una quería llevar agua a su molino sin atender las causas populares, buscando nada más el beneficio propio, comprobando por sí mismo cómo hacían a un lado estatutos y postulados del partido; no traicionando, porque debido a su comportamiento dentro del PRD jamás los aceptaron, sino que su supuesta aceptación era nada más de dientes para afuera, porque en sí, en realidad les estorbaban para sus aviesos fines.
Así que, si AMLO se desliga por completo de Morena, posiblemente le ocurra lo mismo que al PRD o que tal vez llegue a ser otra hegemonía como la época dorada del PRI.
Sea pues. Vale.