CON PRECAUCIÓN

De todos modos, Juan te llamas
Por Sergio Mejía Cano

Indudablemente que el parque vehicular de motocicletas ha crecido considerablemente y, por ende, la cantidad de accidentes con este tipo de vehículos de dos ruedas. Casi a diario se ve en la nota roja de periódicos impresos y de portales de internet locales sobre lamentables percances ya sea entre motociclistas entre sí, como con otra clase de automotores de todo tipo.
En una de las calles del centro de Tepic, me encuentro con un conocido al que ya tenía bastante tiempo de no mirarlo. Después del saludo correspondiente me comenta que ya tiene más de medio año que no se la acaba debido a que en diciembre del año pasado se le estrelló un motociclista en el lado derecho de su vehículo automotriz el que resultó con daños considerables tanto en la puerta del copiloto, así como parte de la salpicadera del mismo lado. Quien conducía la moto resultó bastante lesionado, con tan mala suerte que, a los diez días del percance, el motociclista falleció.
El problema fue que los peritos de tránsito le voltearon la tortilla a pesar de que desde el mismo instante del accidente se demostró que el motociclista traía su casco protector colgado de su brazo izquierdo, pues así lo había recogido la ambulancia y, además, despedía un fuerte olor aparentemente a bebidas embriagantes, que la motocicleta no traía luces delanteras ni traseras y que, por si fuera poco, se había pasado el semáforo con luz roja.
Si bien se dice que cada quien expone sus argumentos bajo una consideración a su favor, este conocido es serio en su comportamiento y tal y como comentó los hechos, no se notó que estuviera mintiendo o cambiándolos a su favor o defensivamente; sin embargo, es obvio que, en casos así, las cosas se deben tomar con la prudencia necesaria.
El caso es que su caso sigue en litigio y comenta que se le está exigiendo el pago de 350 mil pesos como reparación del daño a los familiares del fallecido, y que su vehículo sigue encerrado en el corralón, el que fue a ver en días recientes y lo encontró bastante deteriorado y, desde luego, con el golpe causado por el motociclista con su moto.
Agrega mi conocido que a sus abogados las autoridades no les hacen caso a sus argumentos así estén demostrando que son de lo más veraces que pudieran ser, como los testimonios de personas que presenciaron el accidente aquel fatídico día; pero que están viendo la posibilidad de que se le baje a la cantidad o que sea un pago mínimo, pues ya también presentaron sus abogados la situación económica muy precaria de mi conocido, así como que ha dejado de trabajar porque precisamente con su vehículo se apoyaba para trabajar, ya que es un trabajador independiente. Afortunadamente, abunda mi conocido, es que sus dos abogados que llevan su caso son amigos y conocidos desde la infancia y de su antiguo barrio, por lo que de esta cuestión no se preocupa tanto, aunque sí manifiesta que, en cuanto sea posible recompensarlos de alguna manera, pues han invertido su tiempo desde el pasado mes de diciembre.
Por lo regular es común que, por la imprudencia de un peatón o de quienes conducen cualquiera otra clase de vehículos, ya sean bicicletas, motos u otro tipo de vehículos automotrices, le pasan a perjudicar la vida a otras personas que, así vayan manejando con todas las precauciones necesarias, esas otras personas imprudentes ya les pasaron a amargar no nada más el rato, sino gran parte de su vida y, desde luego, el cargo de conciencia si hay sangre o fallecimientos debido a un accidente, así no tenga la culpa bajo ninguna circunstancia, tal y como señala este conocido.
Si una persona va caminando por una calle y de pronto alguien le pone zancadilla, es obvio que esa persona caerá o trastabillará y seguirá caminando dando tumbos que cae, que no cae. Esto es algo similar a cuando una persona va manejando tranquilamente y de pronto de entre dos carros estacionados sale un niño u otra persona de cualquiera edad, por supuesto que golpeará a quien sale imprevistamente de entre esos vehículos estacionados, pues en muchas de las ocasiones no le da ni tiempo de frenar a quien va detrás del volante. Sin embargo, para las autoridades de todos modos “Juan te llamas”, pues mientras se hacen las averiguaciones correspondientes, al conductor del vehículo lo apresan y lo encarcelan, así sea muy obvio que ninguna culpa tuvo en este accidente.
Las autoridades deberían de tener en cuenta casos semejantes y si bien es necesario hacer la prueba de la alcoholemia, dejar libre al conductor.
Sea pues. Vale.

Redacción

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