Durante siglos, para muchas culturas el sexo era visto como algo malo, feo, sucio, inmundo. Sin embargo, esto no es así, ya que es creación divina de Dios y todo lo que él creó es bueno (1 Timoteo 4:4). No obstante, Dios requiere que el sexo sea practicado dentro de ciertos parámetros, pues fue diseñado para la unión entre un hombre y una mujer dentro del matrimonio.
Es, por lo tanto, un regalo del Padre Celestial; pero puede ser pervertido y mal utilizado, si no se respetan los límites puestos por el Creador. Cuando es practicado como él indica, es hermoso, constructivo e incluso dador de vida; pero cuando se realiza de forma descontrolada e irresponsable, se terminan violando los propósitos puestos por Dios y entonces se vuelve algo sucio, feo, dañino y destructivo.
Para comprender la relevancia y la responsabilidad que dicho acto conlleva, es importante entender que la unión sexual es la expresión de un compromiso de por vida y, sobre todo, un símbolo de unión espiritual que existe solo dentro del matrimonio.
El tema sexual no debería ser tomado a la ligera ni ignorado en las iglesias. Si usted piensa que jamás será presa de uno de estos pecados, es porque en verdad no ha estado tomando las precauciones adecuadas para evitar que tal acontecimiento suceda. Sabemos que cuanto más se busca la santidad y el
cristiano verdadero se involucra en servir a Jesucristo del modo adecuado mayor el interés del maligno en destruirlo a usted y a la obra de Dios a través de usted.
La impureza sexual es una de las más grandes puertas de entrada a demonios que en muchas ocasiones pueden llegar a atormentar la vida de las personas.
Las perversiones en el área sexual trastornan a toda la persona, su mente, cuerpo y espíritu.