Por Javi Soriano, 18 octubre 2024.
La artrosis es una de las enfermedades articulares más comunes, especialmente en personas mayores de 45 años, y afecta significativamente la calidad de vida de quienes la padecen. Se caracteriza por el desgaste del cartílago que cubre las articulaciones, generando dolor, rigidez y limitación en el movimiento. Sin embargo, un nuevo estudio ha revelado un aspecto poco explorado de esta enfermedad: la influencia del cerebro en la capacidad del cuerpo para activar los músculos y proteger las articulaciones.
Tradicionalmente, se ha entendido la artrosis como un problema puramente físico, relacionado con el deterioro de las articulaciones. No obstante, los investigadores han descubierto que el cerebro también juega un papel clave en la inhibición muscular, impidiendo que los músculos se activen de forma eficiente. Este mecanismo cerebral, que en principio busca proteger la articulación, termina siendo un obstáculo para la rehabilitación.
Este hallazgo abre nuevas oportunidades para el tratamiento de la artrosis, sugiriendo que, además de fortalecer los músculos, es crucial abordar la respuesta del cerebro al dolor crónico. Comprender esta conexión podría revolucionar los enfoques terapéuticos, ofreciendo soluciones más completas y eficaces para los pacientes que sufren esta condición.
¿Qué es la artrosis y cómo afecta al cuerpo?
La artrosis es una enfermedad degenerativa que afecta principalmente a las articulaciones, como las rodillas, las muñecas, las manos y la cadera. Se caracteriza por el desgaste progresivo del cartílago que cubre los extremos de los huesos, lo que provoca fricción y deterioro en la articulación. A medida que el cartílago se desgasta, el hueso queda más expuesto, lo que genera dolor, inflamación y pérdida de movilidad.Esta condición es común en personas mayores de 45 años y su prevalencia aumenta con la edad.
En el caso de la cadera concretamente, la artrosis es particularmente debilitante. Las personas que tienen artrosis de cadera pueden experimentar dificultades para llevar a cabo movimientos básicos, como caminar, subir escaleras o levantarse de una silla. Con el tiempo, la articulación se vuelve rígida y la capacidad para moverse de forma fluida se ve comprometida. Esto no solo afecta la calidad de vida de los pacientes, sino que también puede llevar a la pérdida de masa muscular debido a la falta de uso, lo que agrava todavía más el problema.
Los síntomas principales de la artrosis incluyen dolor crónico, que suele empeorar con el movimiento, rigidez matutina que disminuye al moverse, e inflamación en la zona afectada. Además, muchas personas con esta enfermedad adoptan posturas o patrones de movimiento anormales para evitar el dolor, lo que puede generar más problemas físicos a largo plazo.
El impacto de la artrosis va más allá del daño físico. El dolor crónico y las limitaciones en las actividades cotidianas también pueden afectar el bienestar emocional de los pacientes, generando sentimientos de frustración, ansiedad o depresión. Esto convierte a la artrosis en
una enfermedad de gran impacto en la vida de las personas, tanto a nivel físico como psicológico.
El papel del cerebro en la activación muscular
Uno de los hallazgos más sorprendentes del nuevo estudio de la Universidad Edith Cowan es el papel crucial que juega el cerebro en la activación muscular de las personas que padecen artrosis de cadera. Tradicionalmente, se ha asumido que el dolor y la rigidez en las articulaciones derivan exclusivamente del deterioro físico de las mismas. Sin embargo, este estudio ha revelado que la incapacidad de activar los músculos de forma eficiente no depende únicamente de la fuerza física, sino también de cómo el cuerpo regula esta actividad.
El estudio muestra que en las personas con artrosis de cadera, el cerebro parece actuar como una especie de freno que impide que los músculos se activen completamente. Esto es crucial, ya que la activación muscular resulta esencial para la protección de las articulaciones y la reducción del dolor. Sin una activación adecuada de los músculos, la articulación afectada queda más vulnerable al daño, lo que puede empeorar los síntomas y dificultar el proceso de rehabilitación. Este fenómeno sugiere que la respuesta del cerebro al dolor crónico es diferente de lo que se pensaba anteriormente. En lugar de permitir la activación muscular para estabilizar la articulación, el cerebro parece bloquear este proceso, posiblemente como una forma de “proteger” la zona afectada. Los investigadores sospechan que esta respuesta protectora es útil a corto plazo, como podría ser el caso en lesiones agudas como un esguince de tobillo o una rodilla golpeada. Sin embargo, en el caso de la artrosis, donde el dolor es crónico, este mecanismo cerebral puede volverse contraproducente, impidiendo la correcta rehabilitación de los pacientes.
El hecho de que el cerebro influye tanto en la activación muscular plantea importantes preguntas sobre cómo se debe abordar el tratamiento de la artrosis.Si el cerebro está inhibiendo los movimientos musculares, los tratamientos que solo se centran en fortalecer los músculos podrían no ser suficientes. Comprender esta relación cerebro – músculo podría abrir nuevas vías para desarrollar terapias que no solo fortalezcan los músculos, sino que también modifiquen la respuesta cerebral, mejorando así los resultados en la rehabilitación de los pacientes con artrosis.
El cerebro como mecanismo de defensa ante la artrosis
El estudio también sugiere que el cerebro actúa como un mecanismo de defensa ante el dolor y el daño articular en la artrosis, pero esta respuesta puede volverse problemática. En situaciones normales, el cerebro envía señales a los músculos para que se activen y protejan las articulaciones. Sin embargo, en personas con artrosis, este mecanismo parece estar alterado: el cerebro, en lugar de permitir la activación muscular, la inhibe. Esta respuesta, que en principio sería protectora, se transforma en un obstáculo para la recuperación.La hipótesis de los investigadores es que esta respuesta se origina como una forma de proteger la articulación a corto plazo. En lesiones agudas, como un esguince o una contusión, el cerebro envía señales que limitan el movimiento para evitar un mayor daño. Sin embargo, en el caso de la artrosis, donde el dolor es crónico, esta respuesta se mantiene durante un tiempo prolongado, lo que impide el uso adecuado de los músculos. En lugar de ayudar a proteger la articulación, esta inhibición prolongada del cerebro acaba siendo contraproducente.
Este “freno” cerebral no solo afecta la activación muscular, sino también la capacidad de la persona para realizar actividades cotidianas, como caminar o levantarse de una silla. A largo plazo, este patrón de inhibición puede llevar a una mayor atrofia muscular y a una progresión más rápida de la enfermedad, creando un círculo vicioso donde el dolor y la disfunción muscular se retroalimentan.
Este descubrimiento destaca la importancia de abordar la artrosis desde una perspectiva más amplia, que no solo considere el desgaste físico de las articulaciones, sino también el papel que juega el cerebro en la perpetuación del dolor y la limitación funcional. Comprender esta respuesta mal adaptada es clave para diseñar tratamientos más efectivos en el largo plazo.
Implicaciones del estudio para el tratamiento de la artrosis
Los hallazgos de este estudio abren nuevas posibilidades para el tratamiento de la artrosis, al evidenciar que no solo es un problema físico de desgaste articular, sino también un fenómeno que involucra al cerebro.
Tradicionalmente, las terapias para la artrosis han estado enfocadas en fortalecer los músculos alrededor de la articulación afectada y mejorar la movilidad a través de ejercicios y fisioterapia. Sin embargo, este estudio sugiere que estas intervenciones podrían ser insuficientes si no se tiene en cuenta el rol inhibidor que juega el cerebro en la activación muscular.
1. Entrenamiento cerebral
Una posible implicación de este descubrimiento es el desarrollo de terapias que no solo se centren en los músculos, sino también en el entrenamiento del cerebro para permitir una activación muscular adecuada. Esto podría incluir intervenciones que combinen técnicas de rehabilitación física con enfoques neurológicos o cognitivos, como la terapia de neurofeedback o la estimulación cerebral no invasiva. Estas estrategias tendrían como objetivo modificar la respuesta cerebral, permitiendo que los músculos se activen correctamente para proteger las articulaciones y aliviar el dolor.
2. Tratamiento farmacológicos o psicológicos
Además, estos hallazgos podrían influir en el diseño de tratamientos farmacológicos o intervenciones psicológicas para abordar el manejo del dolor crónico, ayudando a prevenir la inhibición cerebral mal adaptada que agrava la artrosis. En resumen, este estudio apunta a la necesidad de enfoques integrados que consideren tanto los aspectos físicos como los neurológicos de la enfermedad, lo que podría mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes con artrosis.
Conclusiones
El estudio de la Universidad Edith Cowan revela una nueva perspectiva sobre la artrosis: la influencia del cerebro en la activación muscular. Este hallazgo subraya que la enfermedad no solo afecta físicamente a las articulaciones, sino que también involucra un mecanismo cerebral que inhibe la función muscular, dificultando la recuperación. Abordar la artrosis desde esta visión integral, que combine terapias físicas y neurológicas, podría mejorar significativamente los resultados de la rehabilitación. Este avance sugiere que el futuro del
tratamiento debe considerar tanto el cuerpo como la mente, para ofrecer soluciones más efectivas a los pacientes.
Referencias bibliográficas:
Myles C. Murphy, Molly Coventry, Janet L. Taylor, Ebonie K. Rio, Andrea B. Mosler, Jackie L. Whittaker, Christopher Latella. People with hip osteoarthritis have reduced quadriceps voluntary activation and altered motor cortex function. Sports Medicine and Health Science, 2024.
Javi Soriano. (2024, octubre 18). Un nuevo estudio descubre la relación entre el Cerebro y la Artrosis. Portal Psicología y Mente.