La comida chatarra, por desgracia, está en todos lados
Por Sergio Mejía Cano
De nuevo salta a la palestra el tema de eliminar la denominada comida chatarra de las escuelas públicas; de nuevo, porque ya tiene varios años que sale a flote esta propuesta, sin embargo, al parecer hay muchos intereses de por medio que se oponen a esto, pero ¿quién o quiénes y por qué esta oposición si está de por medio la salud de la niñez y juventud e incluso, de muchas personas adultas?
Se ha dicho que entre estos opositores para que ya no se distribuya esta clase de productos, de los que se ha documentado que no contienen ningún ingrediente nutritivo y sí infinidad de aditivos químicos, algunos de ellos considerados como cancerígenos lo que los hace en un peligro para la salud, son quienes tienen a su cargo las cooperativas en los planteles educativos debido a que sus ventas bajarían considerablemente, pues gran parte prefiere consumir lo que le llama más la atención ya sea por su presentación o por su sabor; un sabor que le dan a esos productos la química que contienen.
También se comenta que son las grandes industrias de la comida industrializada las que se han opuesto a que esto de la eliminación de productos industrializados en las escuelas públicas, mediante todo tipo de argucias como cabildeos en el Congreso Legislativo para que no prospere esta iniciativa de ley, pues al fin y al cabo son industrias muy poderosas que cuentan con los medios suficientes para poder detener esta medida.
En uno de los libros, de los tantos que escribió el caricaturista y escritor, Eduardo del Río, más conocido como Rius, específicamente en su libro: “La panza es primero”, dice que la química artificial es enemiga a muerte de la química orgánica, incluso añade que esas vitaminas que dicen contener en los paquetes de las galletas, pan y otros comestibles industrializados, precisamente por ser artificiales le hacen más daño al cuerpo humano que beneficio.
Pero tal y como dicen algunos entendidos en la alimentación: el problema no sería en sí que se prohíba su venta en los planteles escolares, porque si bien los estudiantes no los adquieren en las escuelas, bien los pueden adquirir en las inmediaciones, ya que en la mayoría de las escuelas, si no es que en todas, están vendedores ambulantes que ofrecen mucha de esta mercancía no nutritiva; aunque también los hay que venden fruta, tostadas, tamales, paletas, gelatinas y lonches, lo que sucede también en las afueras de las clínicas y hospitales del Sector Salud, etcétera; sin embargo, en muchos de estos puestos los que más llaman la atención de niños y adolescentes, son los que venden todo tipo de golosinas o comida empaquetada. Y, que también influye la familia, pues hay muchos padres y madres que son los que acostumbran a sus hijos al consumo de estos productos considerados como dañinos.
Así que sería bueno una campaña de concientización para los padres de familia y también para niños y adolescentes que, antes de adquirir productos embolsados y enlatados, tengan la curiosidad de leer los ingredientes de esos productos, para que comprueben por sí mismos y mismas la enorme cantidad de ingredientes químicos; no leer nada más lo que viene a simple vista en un octágono de color negro con letras blancas donde dice por lo regular: “exceso de calorías, exceso de grasas, exceso de azúcar, etcétera”. No, sino en la parte posterior de cada paquete o lata, aunque por lo regular en muchos de estos productos resultan casi ilegibles las letras que señalan los ingredientes, pero con un poco de esfuerzo se pueden leer. Así que los padres de familia y sus hijos que tengan esta curiosidad de leer los ingredientes de lo que van a consumir y si leer que contienen aspartame, glutamato monosódico, rojo allura, rojo 40, amarillo 5, acidulantes, colorantes y saborizantes artificiales, glucosa, etcétera; ¡aguas! Podrían investigar en un libro de nutrición lo que significa esa química cuando entra a nuestro organismo.
Otro problema es que no nada más en las escuelas y sus entornos está a la venta todo esto que se considera como no nutritivo, porque hasta en las tiendas de abarrotes abundan más estos productos que otros. Y, desde luego, se ha documentado que en el sur del país hay poblaciones en donde es común que mucha gente consuma un refresco con una bolsa de papas fritas o un pan empaquetado; también. que muchos de estos pobladores prefieren consumir refrescos al agua natural; pero no porque no les guste el agua, sino porque escasea por el acaparamiento de agia de las mismas refresqueras.
Sea pues. Vale.