Un último acto de gran trascendencia para la Historia de México
Por Sergio Mejía Cano
Por lo visto varios de los detractores y adversarios que lo fueron del ahora expresidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), están trasladando su odio y enojo entripado a la flamante presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo. En verdad, eso de echarle la culpa del fallecimiento de la maestra, Ifigenia Martínez y Hernández, sí que es deleznable, tal y como lo ha dicho la misma doctora, Sheinbaum Pardo.
Lo mano de esta denostación en contra de la presidenta de México es que para algunas personas es un hecho debido a que no buscan más información, sino que se van con la finta de lo primero que oyen, les dicen o leen, sin ir más allá y, peor aún, es que así lo van trasmitiendo de boca en boca a conocidos y familiares y, si estos están en la misma situación de no investigar en otras informaciones, pues así se queda en su pensamiento de que la doctora Claudia Sheinbaum, su equipo de colaboradores o ambos sí tuvieron algo que ver con la muerte de la maestra, presidenta de la Cámara de Diputados, doña Ifigenia Martínez; e incluso hay quien le echa la culpa también a AMLO.
Quienes miraron la toma de protesta como presidenta de la Nación de la doctora, Claudia Sheinbaum y la entrega de la banda presidencial con la intermediación de la maestra, Ifigenia Martínez, habrán visto que la insigne luchadora social no las tenía todas consigo en cuestión de salud, pues hasta traía en la nariz un dispositivo transportador de oxígeno, así como la dificultad que tuvo para hablar y hasta de pronunciar claramente el apellido de la próxima mandataria del país, así como emitir la palabra Unidos cuando dijo los Estados Mexicanos; sin embargo, todo esto es o fue muy comprensible, pues desde antes se había documentado que la señora Martínez y Hernández había estado convaleciente en una sala de terapia intensiva, lo que se confirmó posteriormente a su fallecimiento.
Y esto último fue algo de lo que tomaron los detractores de la también llamada, Cuarta Transformación, ahora en la construcción del segundo piso que se dice, continuará Claudia Sheinbaum, para de inmediato decir que la maestra Ifigenia Martínez había sido sacada de esa sala de terapia intensiva para que pudiera estar presente en la entrega de la banda presidencial, algo de lo más inaudito e impensable que, cualquiera persona con dos dedos de frente sería incapaz de tomarlo como algo veraz, por lo que tal vez los familiares de la maestra hoy fallecida salieron al paso para aclarar las cosas y ponerlas en su lugar aduciendo que había sido una decisión personal de la señora Ifigenia Martínez estar presente ocupando su lugar en un hecho de gran trascendencia para nuestro país: la toma de protesta de la primera mujer en la historia de México y más, por haber sido designada ella, la maestra Ifigenia Martínez, quien traspasaría la banda presidencial de las manos del presidente saliente a la presidenta entrante; un acto por demás claramente histórico.
Se entiende que ningún ser viviente en este planeta tiene la vida comprada, que la muerte no distingue edades, condición física, estatus social, pensamientos ni ideologías, sino que agarra parejo por igual; y si bien desde el momento de la concepción en cualquiera especie ya se corre el peligro de no lograrse la vida, se debe de tener en cuenta que la edad también cuenta mucho para llegar al fin de la vida de todo ser viviente, pues los años no pasan de balde y todo organismo se va deteriorando por más cuidados de salud que se tengan, de acuerdo a las posibilidades de cada quien, así que probablemente el organismo físico de la maestra Ifigenia ya no dio para más, por lo que su fallecimiento no se puede considerar como súbito o inesperado, sino inminente o ya más próximo, dicho esto, claro está, con el debido respeto, pues lo mismo le pudo ocurrir a una persona más joven.
Desde luego que el esfuerzo que hizo la maestra Ifigenia Martínez para estar presente ocupando su lugar en el Congreso de la Unión y así, cumplir con su deseo de traspasar de mano a mano la banda presidencial, es muy encomiable y aplaudible, pues como se dice, fue su deseo, su voluntad y tal vez, pensando en la posibilidad de que sería uno de sus últimos actos de gran trascendencia, como otros tantos en su carrera política.
Así que cómo se le puede achacar a otras personas el que una persona fallezca días después de haber cumplido posiblemente su última voluntad; a la mejor su último deseo para que esta voluntad quedara plasmada en los anales de la historia de México.
Sea pues. Vale.