Cadenas de mucho o poco conocimiento que se heredan en las familias
Por Sergio Mejía Cano
En la entrega anterior cito entre otras cosas que el hecho de haber tratado de anular la materia de historia en la educación básica, sí afectó en cierta forma a muchos padres de familia y sus descendientes que crecieron durante el periodo denominado como neoliberal, ya que el nivel educativo y de enseñanza bajó considerablemente en la gran mayoría de las familias mexicanas.
Cierta vez le comenté a un profesor de telesecundaria, ahora ya pensionado, por qué no se le cambiaba el nombre a la Secretaría de Educación Pública, a decir: Secretaría de Enseñanza Pública, a lo que me respondió este profesor que, en cierta forma profesoras y profesores educan también respecto a los valores fundamentales que se suponen se maman en los hogares y no en la escuela, precisamente. Esto porque en varias ocasiones se veían en la necesidad de tener que corregir a alumnas y alumnos en cuanto a cómo comportarse con sus demás compañeros, ponerles énfasis en las palabras mágicas de “gracias y por favor”, a saludar al llegar y saber despedirse, a cómo comportarse en la mesa, a no comer con la boca abierta ni hablar con la boca llena, etcétera.
El problema, me comentó este profesor, es que los padres de familia actuales así fueron educados en sus casas y, por desgracia, sigue la cadena, pues estos niños que crecen sin que se les inculquen los valores fundamentales de educación por parte de sus padres, al crecer los niños de ahora y al tener sus propias familias, siguen con la misma tónica con sus retoños.
Lo anterior me hizo recordar cuando por cuestiones de mi trabajo en el ferrocarril, a principios de los años 90 del siglo pasado, me tocó pasar un 20 de noviembre en el bello puerto de Mazatlán, Sinaloa, como en aquellos tiempos aún se celebraban los días festivos precisamente en su día, todo mundo descansaba, incluso así lo hizo la señora que nos asistía con alimentos en un domicilio cercano a la estación del ferrocarril, por lo que tuve que ir al centro a desayunar, no sin antes no verificar mi turno de salida en un tren de carga hacia el sur.
Estaba desayunando en los altos del mercado municipal, Pino Suárez, cuando comenzó a pasar parte del desfile por la calle Aquiles Serdán, al lado oriente del mercado. Así que después de desayunar bajé a observar el desfile. Me llamó la atención que unas personas con cámara televisiva y grabadora en mano les estaban haciendo preguntas a las personas que presenciaban el desfile; me acerqué y alcancé a oír algunas de las preguntas que les estaban haciendo a quienes contemplaban este desfile, en donde, por cierto, la gente que desfilaba lo hacían portando uniformes deportivos y casi nadie con algún motivo revolucionario.
Oí que una muchacha le preguntaba a una pareja que si sabían a qué se debía el desfile, la señora respondió que, porque era el día del deporte, el señor dijo que así les habían dicho en la escuela de sus hijos, señalando súbitamente a esa muchacha con la grabadora en su mano que estaba junto con un camarógrafo, gritando, mire, aquellos de blanco con verde son nuestros dos hijos. Entonces, la muchacha y su camarógrafo se dirigieron hacia otra pareja cercana y les hicieron las mismas preguntas, diciendo la señora que, porque era un día de fiesta, interviniendo el señor rápidamente diciéndole a la muchacha de la grabadora que era por la Revolución o algo así (sic). Ya no seguí ahí, porque tenía que regresar a esperar la llamada para salir al camino.
El hecho es que, si estos padres de familia no estaban muy enterados del asunto por el día festivo y, si sus hijos no prestaban la atención debida en sus estudios, pues la cadena de desconocimiento de hechos históricos en nuestro país seguiría, infortunadamente con los descendientes de estas personas también.
Pero la cadena hereditaria de algunos padres de familia de poco conocimiento no se dio en esto nada más, sino en un comportamiento inadecuado. Resulta que en 1976 el hijo de un ferrocarrilero que rentaba cuartos a los que llegábamos de fuera, en aquel entonces contaba con 10 años de edad y, uno de sus hermanos mayores ya trabajaba en el ferrocarril. En los años 80 se pusieron de moda algunas películas norteamericanas referentes a los cholos, pandilleros de Los Ángeles, actitudes pandilleriles que copiaron muchos jóvenes de aquel entonces, al menos en Mazatlán, Sinaloa y, aquel niño de 10 años se convirtió en cholo e infortunadamente hasta drogadicto, así como sus hijos que siguieron sus pasos cuando los tuvo ya siendo mayor.
Sea pues. Vale.