CON PRECAUCIÓN

La discapacidad físico-motora corporal, no borra el intelecto

Por Sergio Mejía Cano

Hasta antes de 1987, año en que se cumplieron 50 años de la nacionalización de los ferrocarriles en México, existían en nuestro país cinco líneas ferroviarias: Ferrocarril Sonora Baja California (SBC), Ferrocarril Chihuahua al Pacífico (CHP), Ferrocarril del Pacífico (FCP), Ferrocarriles Nacionales de México (FERRONALES) y, Ferrocarriles Unidos del Sureste (FUS) y que, por decreto del entonces presidente de México, Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), se aglutinaron todas en una sola: en Ferrocarriles Nacionales de México.

En la región del Pacífico, le tocó al FCP, la otrora orgullosa ruta de la costa occidental, que corría de Guadalajara, Jalisco a Nogales, Sonora, con conexión en Benjamín Gil, Sonora con el SBC y en estación Sufragio, Sinaloa, con el CHP y, precisamente en Guadalajara con FERRONALES.

El FCP y, posiblemente todas las otras empresas, contaban con cinco ramas que eran Vía y Estructuras, Oficinas y Similares (entre las que se encontraban carretilleros-estibadores, el departamento de Vigilancia y puestos de consideración), Fuerza Motriz y Maquinaria (que agrupaba talleres y reparación de carros y coches), Alambres (que agrupaba a telegrafistas, jefes de Estación, Despachadores de Trenes y personal de mantenimiento de las líneas de comunicación) y Transportes (la que agrupaba a personal trenista y locomotorista). Y, ya una vez después de 1987 se reconoció la sexta rama que era la de Servicios de Coches-Dormitorios.

Para ingresar a trabajar al FCP, los aspirantes tenían que pasar exámenes físicos para comprobar un buen estado de salud; estos exámenes se hacían en el mismo hospital del FCP que era de servicio particular para puros trabajadores ferroviarios.

Cuando la rama de transportes requería de más personal, lanzaba un boletín de ascenso para que empleados varones de todas las demás ramas, de acuerdo a sus derechos escalafonarios y que, desearan ascender a Transportes, solicitaran ese boletín de ascenso y, quienes alcanzaban dicho ascenso, tenían que pasar nuevamente otro examen físico.

Como en ese tiempo, tanto personal médico como de enfermeras y enfermeros y trabajadores de ambos sexos, más que tratarse como médico-pacientes, por lo regular se consideraban como compañeros de trabajo, pues el personal médico y de enfermería, también eran trabajadores del FCP. Y, por este compañerismo, había confianza entre todos por la cotidianeidad de convivir. Así que, cuando un carretillero-estibador fue rechazado para ascender a la rama de Transportes, supuestamente por tener la columna vertebral desviada, este carretillero-estibador, prácticamente retó al doctor que había rechazado su ascenso; era un doctor de apellido Silva. El reto y maltrato al doctor por parte del trabajador fue que a poco era mejor andar cargando bultos en la estación de carga a andar en bicicleta como llamador de tripulaciones; se dijo en su momento que fue tanta la determinación del trabajador hacia el doctor, que este no tuvo más remedio que reconocer que era mejor que ascendiera a Transportes que cargar bultos pesados en la sección de carga de menos de carro entero.

A finales de 1972 o principios de 1973, llamó la atención que entrara a trabajar a las oficinas del FCP una muchacha que portaba aparatos ortopédicos y se ayudaba a caminar mediante muletas. Esa atención se debió precisamente a que se decía que personas con este tipo de discapacidad corporal no podían entrar a trabajar y, como para todo hay gente, como esa que hasta lo que no se comen les hace daño, fueron a protestar al sindicato y más, quienes tenían familiares que habían sido rechazados por no estar al cien por ciento en su capacidad motora, por haber sido víctimas de aquella terrible enfermedad que, se dice ya fue erradicada en nuestro país: la poliomielitis que, era precisamente lo que había padecido aquella muchacha que había entrado a laborar como oficinista. El reclamo de los trabajadores no prosperó, porque las razones que dio tanto el sindicato como el personal médico fue que, obviamente no se le podía dar oportunidad a una persona discapacitada para trabajar en las otras ramas; pero en oficinas sí, pues ahí no había ningún impedimento al no tener que usar fuerza física para trabajar, sino su intelecto nada más.

Afortunadamente el reclamo aquel que habían hecho algunos trabajadores al ver ingresar a laborar a una muchacha con aparatos ortopédicos y muletas, pues abrió las puertas para que personas con discapacidad entraran a trabajar al FCP.

Sea pues. Vale.

Redacción

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