Tepiqueños que por lo regular pasan desapercibidos
Por Sergio Mejía Cano
Comienza un nuevo año que, para muchas personas significan buenos propósitos y esperanzas de que sea un año mejor que el anterior; sin embargo, es obvio que no para todo mundo el festejo para recibir el año nuevo pasa en familia, amigos y conocidos, pues hay infinidad de personas que por necesidades del servicio se la pasan en sus trabajos, como los conductores del transporte foráneo tanto de carga como de pasajeros, así como elementos de diversas corporaciones policíacas y, desde luego, en otras actividades que no permiten a muchas personas festejar como la mayoría el recibir al año nuevo.
Pero también existen otras personas que a lo largo de su vida activa jamás han recibido aguinaldo ni ningún tipo de prestación laboral como otra tanta gente en su vida activa, pues hay ciudadanos que, por circunstancias del destino han tenido que buscar el sustento tanto propio como de sus familias en donde pueden o donde se les da. Personajes de la vida diaria a quienes vemos cotidianamente; pero que por lo regular no nos ponemos a pensar en su situación personal, en el entendido de que así mucha gente piense que la vida de otras personas podría parecerles insignificante o no trascendente, es bueno recordar que habría que aplicar la máxima de que solamente quien carga el muerto sabe lo que pesa, porque todo mundo lleva sobre sus hombros el peso de su propia existencia, por lo que para algunos podría no significar nada, para otros, podría significar su mundo.
Hay personas que, para la mayoría de la gente pasan desapercibidos a pesar de verlos a diario, como por ejemplo los lustradores de calzado que están en los portales alrededor de la plaza principal, frente a Catedral en el Centro Histórico de Tepic, Nayarit. Juan Manuel Dena Ortiz podría ser una de esas personas que, si bien mucha gente nada más acude a que les saque brillo a sus zapatos, hasta ahí se termina la relación de servidor-cliente; sin embargo, como todo mundo, Dena Ortiz tiene su propia vida e historia.
Juan Manuel Dena es tepiqueño de nacimiento, cursó la primaria en cuatro escuelas debido a cambios de domicilio en su infancia, llegó a estudiar en la secundaria número 18 y de ahí pasó a la preparatoria número 14; todo, en la capital nayarita. El problema empezó cuando quiso entrar a estudios superiores, cuya ilusión era estudiar genética biológica, debido a falta de recursos económicos ya no pudo ingresar a la Universidad Autónoma de Nayarit, por lo que tuvo que entrar al ramo de la construcción, en donde afortunadamente le ha servido para aprender este noble oficio de la obra; sin embargo, al ver que tenía las tardes libres, después de las 17:30 horas, unos conocidos le dijeron que si no quería entrar al ramo de los lustradores de calzado, por lo que aceptó, para así complementar su manutención, así como la de su familia.
Desde luego que Dena Ortiz no pierde la esperanza de llegar a superar esta etapa de su vida, así que, por lo pronto, autodidácticamente se instruye leyendo libros de varias materias, sobre todo de ingeniería mecánica, en cuestión de maquinaria pesada y, desde luego, de biología genética y poesía que es una de sus mayores aficiones. Aunque también tiene afición por todo tipo de lecturas que en ocasiones le han traído polémica con algunas de las personas que, al llegar a sentarse en su sillón de lustrador de calzado lo cuestionan por estar leyendo determinado tipo de libros, como cuando alguien lo vio leer “Mi lucha” de Adolfo Hitler, de quien se declara admirador, así como de Porfirio Díaz, pues considera, Dena Ortiz que, dentro de lo malo que pudieron haber cometido, también tienen cosas buenas en su haber; pero a algunos de sus clientes esto no les gusta y, para no entrar en polémica con sus clientes habituales, prefiere mejor no ponerse a discutir.
Comenta este joven lustrador de calzado, que de los tragos más amargos que ha pasado es el de la pandemia que les quitó el trabajo a todos los boleros debido a que cercaron la plaza principal, así como los portales, pues hasta los hoteles los cerraron; sin embargo, él, gracias a que en las horas diurnas trabaja en la construcción no sufrió tanto como otros más de sus compañeros que no tuvieron otra más que ir de puerta en puerta preguntando si no querían el aseo de calzado.
Otro trago amargo que tuvo que pasar fue cuando surgió el conflicto de las minas de material pétreo, pues bajó considerablemente la contratación de albañiles, por lo que en ese aspecto sí se vio seriamente afectado.
Sea pues. Vale.