CON PRECAUCIÓN

El viejo y sobado cuento del comunismo

Por Sergio Mejía Cano

Ha quedado claro que los asistentes a la marcha y plantón en el zócalo de la Ciudad de México el pasado 26 de febrero fueron miles; sin embargo, y de acuerdo a los reportajes en las redes sociales de varios de los participantes, muchos de ellos no sabían, al igual de la mayoría que en sí no sabemos en qué consiste el contenido de la reforma electoral ahora denominada como “plan B”, aun así el señuelo para asistir fue la frase de “mi voto no se toca”.

En las imágenes y preguntas que se les hacen a los manifestantes, se ve y se oye claramente lo tergiversado del pensamiento de la mayoría ahí presente, pues varias de las personas entrevistadas coincidían en que no quieren que nuestro país se convierta en Venezuela o Cuba, algo que se ha venido diciendo desde que el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ha venido repitiendo reiteradamente, así de pancartas con la leyenda de que “no queremos comunismo”, incluso otros en donde se leía “no queremos ser ateos” y, precisamente ante esta leyenda, se entiende lo engañados que están quienes así se manifiestan, porque ¿cuál comunismo y ateísmo latentes se perciben en esta administración?

Otros de los manifestantes gritaban desaforadamente “fuera el dictador” o “no queremos una dictadura”; obviamente nada más lejos de la realidad y, además, mostrando y demostrando su ignorancia u omisión de lo que es en realidad una dictadura. Ah, porque eso sí, por ejemplo, en uno de los videos elaborados por el comunicador y periodista Juan Becerra Acosta, al preguntarle a algunos de los asistentes si ya habían leído el plan B, a lo que respondían que no; pero que oían lo que se decía de su inconstitucionalidad y de que con ese plan se quería destruir la democracia en nuestro país que “tanto nos había costado construir”.

Pero también se vio y se sintió claramente, de acuerdo a los videos trasmitidos en las redes sociales, mucho de odio en algunos de los participantes en este plantón de protesta en contra de AMLO, sin que pudieran explicar claramente el porqué de ese supuesto odio, pues hubo quien señaló que el presidente está destruyendo al país sin saber decir en qué consiste esa destrucción o cómo es que lo está destruyendo.

Y a propósito de las redes sociales, cuando se confirmó y se dio a conocer el triunfo electoral de AMLO, después de aquel 1 de julio de 2018, comenzó a aparecer un video en dichas redes de una muchacha llorando y muy preocupadas diciendo que el ahora presidente les quitaría a sus familias sus autos y casas; obviamente que era una muchachita de piel blanca y pelo castaño claro y si bien con ropa formal, al menos no se miraba de mala calidad u ordinaria y no con rasgos ni vestimenta indígenas.

Lo de la chica pensando que le iban a quitar sus autos y casas, me hizo recordar que a principios de los años 70 del siglo pasado, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, cuando algunos muchachos disidentes y que se decían pertenecer a grupos guerrilleros, asistían a las fábricas, talleres y hasta instalaciones de los ferrocarriles como la estación de carga y exprés, así como volanteando por las calles en donde se enfatizaba la lucha de clases y de que se peleaba por la clase trabajadora para que tuviera mejores niveles de vida para sus familias, hubo algunos trabajadores que ni caso hacían de los volantes que se les entregaban en mano, otros los rompían o los hacían bolita sin leerlos y los tiraban; pero hubo otros más que después de leer el volante enfrentaban a los muchachos tildándolos de rojillos de comunistas y socialistas y otros epítetos ofensivos, por lo que uno de estos muchachos le retobó a ese trabajador de la estación de carga del ferrocarril (en donde se embarcaba mercancía en menos de carro entero) que a poco tenía miedo que si ganaba la guerrilla le iban a quitar sus casas en Acapulco, sus yates, sus aviones privados, etcétera; esto enfureció aún más a ese trabajador optando mejor por retirarse echando mentadas a esos muchachos.

Así que al igual que en aquellos años, sigue habiendo gente que se deja engañar y manipular con el cuento del comunismo, un sistema que, en sí, la mayoría no sabemos ni en qué consiste, salvo la raíz de “común”, raíz de comunidad, comunitario; sin embargo, el término “ismo” es lo que hace oír más feo esa raíz de común.

La oligarquía ni la burguesía en nuestro país no tienen por qué temer por sus propiedades, pues estamos al lado de un gigante abiertamente contra todo lo que signifique que sea de izquierda.

Sea pues. Vale.

Redacción

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